Cuando diciembre se parece a enero


11 de enero del 2016 (fragmentos del Diario personal)
         

Vivo como si mis proyectos no imploraran prisa, como si no debiera nada. Me cansa el propio estado de tensión, la permanencia, el vértigo sobre la cuerda floja. La vida, esa cuerda. ¿Es imposible ocultar la cara de la desvergüenza? 
No sé cómo contar los pocos cambios que transforman todo. También temo a la eternidad de algunas despedidas.     
Ha habido poca calma mental en estos meses. Apenas he respirado profundo. (...) Comienzo a sentir el estado de orfandad que precede a los cumpleaños. Ningún regalo retrasará mi edad. Listas, listas haré para recuperar el ánimo, para aplaudirme (...) Cada fracaso también. (...) el invierno me intoxica el ánimo. El hielo, o el viento frío, como trepadera, asciende despacio, como un anciano con artritis. El hielo en los huesos. Y los saltos en el estómago. Y las ganas de dormir cómo se quitan. Y la paz mental dónde se compra, cuánto vale.


 Batería baja. Ojos aguados. Deseos de esconderme bajo una piedra de algodón. Sin entender, sin preguntar, jet lag, suspensión, vacío, infancia, gateo, biberón, arrullo, nana, pezón madre (la única vía láctea), amnios. Los laberintos del ensueño.


       Hago favores sin ganas. A veces es mi forma de agradecer. No sé decir que no.


Fotografía: Joce Deux
         Bostezo, duermo con la frente apoyada sobre los antebrazos. Es el ocio, el residuo del cansancio, el hastío de los centros laborales. Todo aburre, se desvanece o cansa. También me rebelo así, con la cabeza baja.

Fotografía: Joce Deux

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