Ariel crea desde un campo de exterminio (minientrevista II)



Fotos: Cortesía del entrevistado
Mi amigo Ariel Maceo es un provocador. Lo he sabido paulatinamente, a medida que lo he ido leyendo y escuchando. No tenía tan claro este detalle cuando lo conocí en noviembre del 2009, en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Empecé a suponerlo en las conversaciones en los pasillos, y en las salidas de tono que solemos esgrimir los colegas de este oficio cuando incendiamos, desde nuestra más adolescente ingenuidad, los cánones vivos o muertos. Recuerdo atrevidas oraciones sueltas de uno de sus cuentos, y el raro equilibrio entre cadencia, desparpajo y voz baja de su manera de leer, y no olvido cuando alzó los achinados ojos ante la balacera crítica que sucedía a esas lecturas en el citado curso-taller del Onelio. “Eso sí era una trinchera”, me comentó hace poco, con razón, muerto de risa.


Lo cierto es que Ariel construye, además, y al unísono, una obra narrativa y otra fotográfica. De hecho, es graduado del I Curso de Fotografía Integral de la Escuela de Fotografía Creativa de la Habana (EFCH). Aunque sueña con mezclar sus talentos. Ha sido finalista en varios certámenes nacionales y extranjeros, sobre todo en el ámbito de la fotografía. Ha colaborado en proyectos, festivales, congresos, multimedias, making-of, posgrados sobre la posmodernidad de la literatura cubana del siglo XXI…

El arrepentimiento es atroz. Finalista del Premio Tarton de Retrato España, 2015.
Su primer poemario, Último cumpleaños (cuyo título original es Esperando la carroza), lo publicó la editorial argentina Bruma Ediciones. El segundo libro, “¿Sabes quiénes son los monstruos?”, aparecerá próximamente en la Colección Guantanamera, de la editorial Samarcanda, España.
Otros de sus poemas o cuentos son pura dinamita que a veces estalla y a veces amenaza. Pueden leer se algunos en los sitios y revistas digitales Letralia, Revista Negra, Islíada, Literatosis, Cráneo de Pangea.

 


¿Te divides entre la fotografía, poesía y narrativa?
Esta es una pregunta que me hago a mí mismo con frecuencia, y nunca se cómo responderla, porque siempre varía. Puedo decirte que primero llegó la fotografía, luego la narrativa, y finalmente la poesía. Desde ese entonces me divido en tres frentes donde las ideas pelean entre ellas para sobrevivir en ese campo de exterminio que es mi cabeza, desde el buen sentido de la palabra, claro. A veces autoengañándome digo que lo que me gusta es la narrativa, pero ese sentimiento es momentáneo, efímero, porque luego escribo un poema, por ejemplo Cierra los ojos, que es el último que escribí. Lo leo y me siento poderoso. Por cuestiones de comodidad y ordenamiento, ya mencioné que mi cabeza es un campo de exterminio; decidí darle a cada género su espacio, donde sea solo protagonista, por ende, cuando estoy haciendo fotos, o editando, no me doy la oportunidad de estar pensando en otra cosa, con cada género me mantengo en el ahora, y si de alguna manera sobresale, aun editando, la idea de un cuento, o un poema, la apunto enseguida, porque nunca se sabe qué puede surgir de ahí. Así que te puedo decir que no elijo bandos, soy fotógrafo, narrador y poeta. Un híbrido con ideas repugnantes o maravillosas que convergen en el mismo universo, o sea, el campo de exterminio que es mi cabeza. Además, desde hace un tiempo saboreo la idea de que, si tengo la posibilidad camaleónica de desenvolverme entre las tres manifestaciones, quizás sea la hora de mezclarlas. En eso estoy.

¿La humanidad necesita poetas?
Muy buena tu pregunta. Más que nada la humanidad necesita gente que piense y genere individualmente. No hablo de hombres nuevos. Hablo de personas con la sensibilidad necesaria para converger en el mismo espacio del otro, no para entorpecerse, sino para hacer crecer ese mismo espacio, juntos. Ahora te respondo la pregunta, sí, necesita poetas. La poesía es luz cuando se ha perdido el oscuro camino, esta frase la dejé en alguna parte de La Habana, grabada hace muchos años cuando era adolecente. Y puede que suene simplona, cursi, inocente, pero no deja de ser real. Los poetas somos individuos que navegamos entre los demás anónimamente, y de paso vamos dejando un rastro de conocimiento, miseria o de ideas por donde pasemos. Ojo, no hay grandeza alguna en ser poeta. La grandeza radicaría entonces en lo que pueda aportar dicho poeta, en lo que deje tatuado en la tierra por donde camine. La grandeza radicaría en ese poema sencillo que se alberga en todo el que lea, y dentro de esa persona, convertirse en algo grandioso. Ahí es donde funciona la belleza de la poesía. Mientras el poeta tenga la capacidad sorprender al lector, al individuo animal complejo que somos todos, la humanidad estará salvada.

¿Qué grandes títulos no deben faltar nunca en tu biblioteca?
Bueno, la lectura a veces depende del estado de ánimo de cada cual. También influyen las amistades o personas importantes. Por lo general en mi biblioteca trato de tener a autores consagrados y desconocidos, libros en los que pueda abrir en la página 44 (ritual) y que me sorprenda lo que lea, sin importar si es una novela, un libro de poesía o un manual de cámara. Acá te menciono alguno de esos títulos: Habanacer, Máscaras, Crónicas maravillosas, Esperando la carroza, La desconocida, La sombra del viento, Causa justa, Mientras llega la noche, Mundo cruel, Contar es un placer, Viaje al corazón de Cuba, Mientras escribo, La reina Isabel cantaba rancheras, Tengo miedo torero, El hobbit, Escrito en playa amarilla, Yo también pude ser Jacques Daguerre, Malas artes


 Cierra los ojos

A la Pelusita

Cierra los ojos
aguántate las lágrimas
los muertos no regresan.

Cierra los ojos
comete un
cake
olvida las fotos.

Cierra los ojos
que la lluvia haga lo suyo
fúmate un taco.

Cierra los ojos
puedes venirte frente al espejo
noviembre es una delicia.

Cierra los ojos
escucha a Nick Mulvey
cómprate una cerveza.

Cierra los ojos
no te vayas en ese barco
abraza a la Pelusa.

Cierra los ojos
quema los periódicos
nosotros no sembramos.

Cierra los ojos
escucha al miedo
la oscuridad es un aliado.

Cierra los ojos
apaga las luces
vámonos.

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