Subjetivas realidades



LA REALIDAD ES UN ASUNTO BASTANTE SUBJETIVO
(Entrevista con Alexey Rodríguez Lorenzo)


Alexey Rodríguez Lorenzo
Casi siempre me alegra hallar, de entre tantos, a un escritor hábil, con el suficiente talento, buen gusto y cautela a la hora de elegir la palabra exacta, esa que se necesita para construir, oración a oración, un relato, otro, un conjunto, una obra con algo que decirnos, personajes verosímiles, orgánicos, listos para corporeizarse gracias a la atención y el entendimiento de un lector desconocido. Un escritor, aunque sea solo uno, pero hábil y escudriñador de esencias. Si, por partida doble, se trata de un narrador joven, también me alegro dos veces, pues adivino que le queda un tramo por delante, una oportunidad única para seguir contando la aldea del mundo con puntería, esfuerzo que dependerá de su mirada y su capacidad creadora. Creo que Alexey Rodríguez Lorenzo es uno de esos autores que vale la pena leer y distinguir de entre tantos. Nació en Las Tunas en 1982 y alcanzó el codiciado premio David de Cuento en 2012 con Piso de tierra (Ediciones Unión, 2013), cuentos que se leen con desasosiego, desconcierto, carcajadas y reúnen esa fusión de sensaciones típica de las obras con relieve, ingenio, sinceridad y maestría narrativa”. Así lo dejé escrito en una reseña, además de analizar y mostrar otras de las peculiaridades del volumen. Este año consiguió Mención en el Premio Pinos Nuevos 2014 por su libro Pequeñas variaciones. A Alexey lo conocía de vista y de presenciarlo leyendo sus historias en la peña Parias Café, de La Madriguera. Pero sólo en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, al final del acto de premiación de un archiconocido certamen de alcance iberoamericano, fue que lo abordé y le propuse esta entrevista que ambos acabamos disfrutando mucho.

Si existieran el cuentista o el cuento perfecto, ¿cómo se llamarían?
Esta es una pregunta complicada con apariencia de sencilla. En ningún caso podría señalar un cuento o cuentista específico y decir “mira, ese, es perfecto”. Asumo que me pides mis criterios sobre la perfección en el arte de hacer cuentos, y cualquier cosa que yo diga como respuesta corre el riesgo de sonar presuntuosa. Da igual. Aventurémonos.
Tu pregunta gira en torno al concepto de perfección. La perfección es un ideal, en este caso de tipo estético. Un ideal, por definición, es algo deseable a lo que uno puede aproximarse infinitamente, sin tocarlo.
El ideal de perfección que todavía usamos responde, cuando menos, a la época de la Ilustración. Es un concepto que remite a lo estático. Por eso hablamos de la obra “perfecta” como una cosa definida e inmutable.
Tengo la sospecha de que, a la par que toda nuestra epistemología, ese ideal de perfección se está reformulando.
Lo “perfecto” remite cada vez más al proceso, al sistema, al ajuste, a lo fluido.  Y en literatura, remite quizás a la aspiración de que suceda “algo” con lo escrito, algo que es muy íntimo, distinto pero a la vez igual en cada obra, en cada creador, en cada apropiación. Y desde ese punto de vista parece correcto afirmar que todo proceso de creación-apropiación que haya salido de un trabajo sincero y comprometido es potencialmente perfecto de muchas maneras.
Quizás sea más pertinente pedirte que te olvides de lo que he dicho y echar mano del recurso por excelencia que tienen los escritores para salir de apuros: el juego de palabras. 
Te diría entonces que no puedo saber cómo se llamaría (ni en particular ni en general) un cuentista o un cuento perfecto, pero estoy casi seguro de que, desde lo que creemos hoy acerca de la perfección, serían adorablemente imperfectos.

¿Se escribe mejor mientras se respira el olor a gas de la madrugada en La Habana o mientras se espera en una terminal de ómnibus de Las Tunas?
En ninguno de los dos casos. En esos momentos se está viviendo. Después, con la satisfacción secreta de haber vivido todo lo humanamente posible y con algún tipo de sentimiento maduro en la conciencia, hay que meterse en una burbuja para escribir. La burbuja esa, da igual dónde esté.

En 2012 te otorgaron el premio David en el género Cuento, por Piso de tierra. ¿De alguna manera lo esperabas?
Cuando presenté el manuscrito en el concurso, sí lo esperaba, porque era probable, y además porque era mi intención desde que leía los libros premiados en el David de los ochenta y noventa, que tanto significaron y significan para mí. Si alguna vez escribía un libro y lo mandaba a un concurso, sería el David en primer lugar.
Es por esa perspectiva interior de homenaje que me siento agradecido, y no creo que se me vuelva a repetir una relación de intención y significado semejante a esta con algún otro concurso.

Alexey, recibiendo el Premio David de Cuento 2012 en la Sala Villena de la UNEAC.

¿Qué opinas sobre los premios literarios?
Cumplen una función social importantísima. Fíjate que digo función social, no artística, aunque la tengan.
Escribir es y debe ser también un trabajo. Y todo el mundo tiene el derecho básico de poder vivir de su trabajo. (Hasta en las bibliotecas me miran con cara de gente poco seria si digo que soy escritor, y me miran con cara de gente respetable si digo que soy profesor.) Mientras más concursos y premios, al menos en nuestro contexto, más posibilidades de socialización, más posibilidades de publicación, más posibilidades de remuneración por tu trabajo. Lo otro dejémoslo a la vida, al tiempo (y, volviendo a lo potencialmente “perfecto”: al proceso, al ajuste, al sistema, lo fluido…).
El compromiso con la sinceridad (artística) de lo que se escribe no tiene nada que ver con esos artefactos externos. Al menos una cosa me parece clara: si te tomas demasiado a pecho el sistema de premios y sus traquimañas, te pierdes la posibilidad de averiguar lo que escribirías si escribieras, para usar una cita que ya usó Vila-Matas en Escribir es dejar de ser escritor (sic).

He devorado dos veces Piso de tierra, y lo que más me sigue fascinando del libro es su multiplicidad de registros, el modo hábil en que usas variadas técnicas narrativas. La estructura del cuento Sobremesa, por ejemplo, es claramente teatral, no sólo por la disposición de los diálogos y las acotaciones, sino también porque a medida que uno la lee puede visualizarla, como a una puesta en escena, lo cual me lleva a preguntarte si tienes algún interés por el género dramático.
Tengo interés en explorar todos los géneros concomitantes con la narrativa. La dramaturgia (teatral y audiovisual) me apasiona, pero la encuentro difícil. No puedo simplemente ver lo que están haciendo otros y tratar de imitarlo. Tengo que encontrar mi modo natural. Supongo que es cuestión de tiempo. Sobremesa puede tener algunas claves en ese sentido. Sin embargo, para mí, aunque se auxilie de la forma teatral escrita, es eminentemente narrativo. Yo conté un suceso que conocía bien y traté de introducir además la sospecha de que ese suceso se trascendía a sí mismo. La estructura de pieza fue buena para que ambos planos se fundieran de un modo orgánico y se conservara la impresión de algo vivo.

No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero creo que como narrador tienes unos intereses muy poéticos a la hora de describir y de fluir por las historias que propones. Más que a una narración, creo que el lector asiste a una confesión continua de sus miserias o incertidumbres. ¿Es para ti más importante la anécdota o la biografía íntima de los personajes?
Todo lo básico es importante. Yo priorizo lo que se logra cuando lo básico (correctamente planteado, en la medida de lo posible) se conjuga, se pone en marcha y llega a algo más. Puede ser un sentimiento, una impresión vívida, la sospecha de una idea, de una intención, un estado de catarsis, aunque sea mínimo.
Sí, creo que esas también serían las prioridades de un poeta.

¿Qué suele leer el escritor Alexey Rodríguez?
De todo.
De niño y adolescente leí toda la ciencia recreativa que cayó en mis manos, cuanta cosa de astronomía, biología, física, etc., encontraba en las librerías de uso. (Eran los noventa.) Aunque nunca concebí un solo día sin leer, no fui precoz para la literatura universal. Aún hoy soy extremadamente selectivo con lo que leo y si un libro me aburre en la página 5 lo cierro y le deseo éxitos, sea de quien sea. Tengo un programa de lectura que voy cumpliendo como buenamente puedo y que cada vez se parece más a una gran lista de espera. A veces leo frenéticamente y devoro un libro en un par de horas. A veces la cosa es más lenta. Como otros, tengo mis supersticiones: cada obra llega en el momento en que debe llegar.

¿En qué crees que te parezcas o te diferencies de tus colegas contemporáneos?
Nos parecemos todos en que compartimos el mismo tiempo histórico y por lo tanto partimos de realidades congruentes. No digo la misma porque la realidad es un asunto bastante subjetivo. Nos parecemos en que buscamos, y queremos llegar al siguiente eslabón en esa búsqueda, no importa quién llegue primero y quién llegue después.
Las diferencias deben ser, al menos todavía, aparentes y externas, así que deberíamos pedirle a un observador externo su opinión.
Me molestaría con ese observador externo si trata de encasillarme en un “movimiento” o etiqueta estética, o si trata de compararme y ponerme a competir con otros en un escalafón, da igual si por exceso o por defecto.
 En Las Tunas han nacido escritores relevantes como Guillermo Vidal, Alberto Garrido, Carlos Esquivel, Osmany Oduardo, Frank Castell, Nuvia Estévez, entre otros, más jóvenes, como Liliana Rodríguez y como tú mismo. ¿Estás al tanto de la literatura que se gesta en esa provincia?

 El gran narrador cubano Guillermo Vidal, fallecido en 2004, creador de importantes libros de narrativa como La saga del perseguido (Premio Alejo Carpentier, 2003), El mendigo bajo el ciprés, Matarile, Donde nadie nos vea, entre otros títulos.
  
Siempre he estado orgulloso de la literatura tunera, en particular la narrativa, de la que me siento más cerca. He conocido personalmente a varios de los escritores que mencionas, y de algún modo tengo un sentido de continuidad con las inquietudes que encuentro en lo que hacen. En cuanto pueda comenzaré a pagar la deuda de un mayor intercambio con lo que se está haciendo allí ahora mismo.

Alberto Garrido Rodríguez.
 
Carlos Esquivel Guerra.
Osmany Oduardo.




Frank Castell.

Nuvia Estévez.

Liliana Rodríguez.

 Creo que no es casual la fortaleza e intensidad de la escritura en Las Tunas, más allá de las “energías” que ahí confluyen, como dice un amigo habanero. Me formé rodeado de excelentes profesores (no solo de literatura), que me parecían lo más natural del mundo, y ahora reconozco cuán valiosos y escasos pueden ser. Siempre tuve una sensación de acceso total a los libros de la biblioteca provincial, sin demasiados formalismos. La bibliotecaria del pre nos buscaba cada vez que llegaba un título que nos pudiera interesar. Así fue cuando aparecieron, por ejemplo, Lapsus calami o Cañón de retrocarga

Cubierta de Ediciones Unión, la más reciente de esta novela de Alejandro Álvarez Bernal.

Jorge Ángel Pérez, autor de la novela Lapsus Calami.

Hasta ahora en tus cuentos no le das la espalda a la ironía ni a un humor que refleja la absurda cotidianidad. Tampoco desdeñas las situaciones y los ambientes rurales, detalle que no abunda en la narrativa cubana más actual. ¿Sobre qué mundos versarán tus próximos libros?
Me parece, aunque no me interesa llegar a una definición académica y mucho menos a una predicción, que el trabajo presente tiende a: una escritura interior relativamente alienada y existencial, una exploración de los límites realidad-fantasía con su toque de sátira y parodia, una profundización antropológica de ciertos ambientes y discursos de ciudad y de campo. Escribir está resultando difícil, y lo asumo como una cosa buena. Parafraseando a Gide, el camino de perfeccionamiento del oficio pasará siempre por mi propio camino de perfeccionamiento como persona.


 

Comentarios