Narrativa



Tú que pensabas durar cien años y mírate. Estás contemplando desde allá arriba todo. Nunca pensaste morir así.
Era el día de tu cumpleaños, cumplías trece. Pasaste por mi casa a buscarme con tu Cuatropuertas de mezclilla, tus Adidas, tus gafas y las dos niñas que te acompañaban, ¿te acuerdas? Esta sería mi oportunidad, la que debía aprovechar en siete años.
Fuimos al Coppelia. Yo no tenía dinero. Y tú me hiciste pasar tremenda pena delante de ellas, por querer pagarme. Después nos dirigimos al Chaplin para ver el filme Nada. Tú como siempre, enamoraste a la más bonita de las niñas, y yo, otro desaliento.
¿Recuerdas cuando te adelantaste por la calle 21, y yo detrás? Por eso te hice lo que te hice. ¿Recuerdas cuando fui hacia ti, empecé a hacer chistes, y ninguna niña se rió, sin embargo, tus chistes estaban peores que los míos y se rieron?
Ahora dime, ¿por qué tú les pudiste hacer preguntas íntimas y cuando yo las hice me frenaron?, ¿por qué cuando tropecé se rieron en vez de levantarme? Por eso te llamé un momento para el borde de la acera y te empujé contra el primer carro que pasó. Ellas, ja, asustadas. Si hubiera sido yo ni se hubieran inmutado. ¿Viste como uno sufre cuando lo rechazan? Ahora te vas a hacer cenizas en el infierno. Quizás pienses que no tienes la culpa, pero sí la tienes. Esta será una buena anécdota para contarle a la loza de tu tumba, ¿te das cuenta?
-Oye, apúrate viejo, que va a empezar la película –gritaste. Y ellas, como siempre, se partieron de la risa.


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